
KANA
Mientras que los dragones son criaturas tan exóticas como respetadas, dentro de la familia de los dracónidos podemos encontrar otros miembros menos destacables. Entre ellos, están los Kana.
Pequeños, juguetones y molestos cual pixies, los kana son pequeños dracónidos que pueden encontrarse en casi cualquier lugar de la geografía
Quizás, lo más llamativo de ellos es su habilidad para librarse de su cuerpo exterior para confundir al enemigo. Como algunos lagartos y dracónidos, aprovechan esta acción para escapar y reponerse.





En Atlea existen runas que encierran gran poder. Un buen ejemplo, es el Gyuran Neir, la runa más poderosa: los 10 elementos primigenios. Su sola representación es suficiente para invocar algunos de los poderes que encierra. Los kana llevan en su frente la runa Kana Heúfite, la cual da nombre a la especie. Kana Heúfite es la runa del cambio y la metamorfosis, que les permite emplear la magia de su alrededor para liberarse de buena parte de su cuerpo. También, cuando reponen suficiente energía, pueden volver a crearlo.
Si el ser capaces de desprenderse de parte de su cuerpo y más adelante regenerarlo fuera poco sorprendente, los kana tienen otra curiosa característica: su asombrosa adaptación al medio. Hasta la fecha, se han documentado 6 subespecies: níveo, volador, robusto, excavador, ágil y nadador.
Pese al carácter afable de la especie, los humanos no tardaron en encontrar un método de enriquecerse a su costa. Dado que no servían ni como alimento ni para el trabajo en el campo, habitualmente eran obsequiados como mascotas para los niños cuando sus padres volvían de algún lejano viaje. Sin embargo, no tardarían en descubrir a la gallina de los huevos de oro: resultaba que al juntar a miembros de diferentes subespecies se enfrentaban para medir sus fuerzas. A esto se le llamó EL KOLISEO.
Un visionario comerciante comenzó a promover apuestas en peleas de kana. Se ponía varios de ellos en un pequeño recinto y se les azuzaba. Más adelante, un conocido hechicero perfeccionó esta práctica. Construyó una arena con 28 runas mágicas donde los kana podían beneficiarse de los distintos elementos. De este modo, los kanas tenían nieve, agua e incluso casillas con potenciadores mágicos que les permitían utilizar ataques de gran poder. Y como todo esto era a pequeña escala el juego no tardó en popularizarse. No había noble ni persona que pudiera permitírselo que no llevara en su bolsillo un tablero mágico y al menos un par de kanas bien entrenados.
Afortunadamente, la animalista Fenara, una de las profesoras de la Escuela de Hechicería de Migdala, logró regular las normas de este juego para que los kanas no sufrieran grandes daños ni lesiones durante los enfrentamientos. De este modo, los combates kana se popularizaron por toda Atlea y constituyeron una actividad divertida tanto para los humanos como para los kana combatientes.